Monday, December 27, 2010

No escribo.


Me comí los dedos para no escribir sobre vos. Me alegra saber que puedo hacerlo. No te necesito ni necesito hablar de vos, porque no estás en mi cabeza, no estás en mis pensamientos. Ves, puedo escribir lo que quiera y no mencionarte ni una sola vez. Hoy escribo esto y no escribo sobre vos.

Tuesday, November 16, 2010

juego de adultos.

No, no y no. Mañana mejor. Vamos a jugar y no pensar en que mañana ya no estará. Podemos amasar, apretar y morder pero ambos sabemos que es mejor jugar. Vamos a volver y desearlos porque hoy conmigo no se puede estar. Mañana te vas a sentir mejor porque así son las cosas. Mañana volví a verte y fue lo más hermoso de la hora justa; porque cuando la hora es justa tus ojos se vaporizan y por fin pueden verme con claridad.

Sunday, October 24, 2010

Unitarios y Federales en el billete de veinte.




Te miro llegar y un agujero en el estómago comienza a hacerme doler. Detesto respirar el aire que salió de tus pulmones, llenando el ambiente de un hedor transpirado. Sos todo lo que opuesto a la vida, sos sumisa y estéril, insulsa y vacía. Tu mera presencia hace que mi sangre hierva y mis ojos se llenen de violencia. Te asemejas a un gato que se pavonea desde lo alto frente a un perro rabioso incapaz de alcanzarte, babeando y henchido te huele y te oye ronronear, paseas jugándole una mala broma, confiada que nunca caerás en sus fauces. Te alegra saber que no puede derribarte sin exponerlo a la crítica social. Pues no es tu culpa ser así, pero mi ser no concibe tus formas. Escucho tu silencio retorcido, escondido en esos labios delgados, marchitos y renegridos. Una serie de lunares, lejos de ser delicados, se amontonan formando un desordenado y bruto conjunto que hace juego con tus cabellos teñidos. En tus ojos se ven pequeñas pupilas hundidas que piden auxilio cuando alguien pone su atención en ellas.
Te observo sentarte depositando toda tu humanidad en un diminuto espacio, intercambias unas palabras vanas, faltas de locuacidad y de interés. De pronto entre murmullos y ruidos estridentes, veo como sale de tu boca una catarata de estelas líquidas y de sonidos agusanados que se esparcen en el aire mezclándose con las partículas de polvo. Esa catarata imprime su sello en mi corazón y comienza a fundirse con mis venas, temo no poder limpiarme tu pestilencia. Estoy a punto de vomitar cuando percibo esa catarata, catarata que algunos llaman risa. Te escribo este que podría ser un manifiesto vanguardista, del asco y del mal gusto. Pero todo ya está escrito.

Wednesday, October 13, 2010

Maternidad no-nata.


Hoy en la tarde me di cuenta que estoy seca. Podrida, vacía, ausente. Cerca de mis muslos, debajo de mi ombligo pude sentir que mis órganos se consumieron. No queda nada para usar, no queda nada para procrear. Una parte de mi cuerpo quedó inutilizada, sin forma ni fondo. Hoy en la tarde supe que no tendría descendencia, no tendría un retoño. No estoy segura si algún día lo quise, solo quería tener la posibilidad. Ver en un pequeño niño tus expresiones, tus emociones, tus arrebatos. Es primavera, sigo siendo mujer y no puedo concebir pero tengo facilidad para los idiomas.

Wednesday, September 29, 2010

Carrera de Caballos.


Recuerdo el día que el tío Juan Carlos corrió la carrera de caballos con el gitano. Mi mamá me dijo que llevara a pastar al bonito al campo de los gitanos con mi prima Juana. Un gitano alto, con ojos rasgados y pelo en el pecho se nos acercó y me preguntó de quién era el caballo y si podía correr rápido. Le dije que era de mi abuela y que siempre lo llevábamos ahí a pastar. Mi tía-abuela Ramona tenía una pequeña fábrica de sodas, su casa siempre estaba llena de sifones de vidrio de muchos colores y tamaños. Al bonito lo usaba para llevar la carreta del reparto de sodas, era el único caballo que tenían en la casa para el trabajo. El día que nos encontramos con el gitano alto, morocho y delgado, le contamos a mi tío que lo había retado a correr una carrera. A Juan Carlos la plata siempre le venía bien, así que decidió correr la carrera con el gitano alto, morocho, delgado y carilindo. Volvimos todos al campo de los gitanos y se había armado una especie de pista y aparecieron muchos gitanos con billetes en la mano, discutiendo y gritándose unos a otros mirando de reojo a mi tío y al caballo. Especulaban sobre la plata y sobre nosotros. Mi prima y yo correteábamos por unas montañitas de basura junto con unos gitanitos. Se escuchó un disparo y una nube de tierra se levantó después que los caballos comenzaran a correr. La carrera duró unos pocos minutos y mi tío había ganado. Un silencio total se hizo cuando los demás gitano vieron que habían perdido, todos habían apostado contra mi tío. Ya los billetes no estaban ondeando en sus manos. Habían desaparecido por completo del panorama. El bonito estaba empapado en sudor y tierra mojada, yo creí ver una pequeña lágrima en sus ojos negros. No estaba acostumbrado a correr de esa forma, su marcha siempre se limitaba a llevar las sodas a paso de hombre casa por casa, vecino por vecino. Cuando mi tío apareció a reclamar lo suyo, los gitanos no quisieron darle la plata, y unos pequeños cuchillos asomaron en sus cinturones. Los nenes que jugaban con nosotras, desaparecieron al igual que los billetes y Juana y yo tuvimos miedo. Nos metimos entre las piernas del bonito que jadeaba cada vez más fuerte. Mi tío sacó de su camisa una pistola y miró a los ojos al gitano alto, morocho, delgado, carilindo y embaucador y le dijo “pensé que éramos todos hombres acá, pero a los gitanos les gusta seguir con el estereotipo”. Un gran barullo reinó entre las carpas y los manteles colgados en los cables de luz robados. Un gitano viejo, con cara de villano se acercó a mi tío y le dio unos cuantos pesos que no eran los que habían arreglado, pero tuvo que darse por contento. Mi tío, Juana y yo salimos casi corriendo del campo de los gitanos, con el pobre de bonito apenas en pie. Al llegar a la casa, mi abuelo salió a ver el caballo y lo vio todo transpirado, casi muerto. Le preguntó a mi tío que había pasado y él le contó de la carrera y de la plata ganada. La cara de mi abuelo se transformó de tal forma que parecía llevado por el diablo. Agarró el látigo que jamás se usaba con el bonito y le dio una zurra a mi tío que hasta el día de hoy recuerdo sus gritos. Ese día mi tío Juan Carlos hubiese preferido que lo mataran los gitanos.

Sunday, September 12, 2010

La culpa de Deyanira.

Solía amarrar a mi amor con un hilo de diamante, esos que son irrompibles. Hasta que una mañana mi amor me dijo: "dejame libre y te retribuiré todo tu amor". Sabía que me estaba engañando pero aun así lo dejé libre. Comenzó a dar vueltas por el aire, a saltar en mis sillones y dejarme las paredes manchadas de extravagantes colores. Me enojé con él, cómo haría para volver a tenerlo si no me dejaba atraparlo. Me puse a llorar para ver si se compadecía de mi, pero en cambio solo se rió. Furiosa le grité y esta vez lloraba de verdad. Lo perseguí por toda la habitación, mientras más me enojada me veía, más se divertía. Logré agarrarlo de una pierna, luego del brazo y por último del cuello. No quería que se fuera, por eso lo apreté con todas mis fuerzas para que oiga mi corazón latir por él, pero cuando abrí los ojos, él ya no respiraba, lo moví y lo llame por su nombre pero no me respondió. Empezó a ponerse pálido y lo solté, antes de llegar al suelo se desvaneció transformándose en una nube grisácea yéndose por la ventana. Nunca más volví a verlo, no estoy segura de que viva, pero me reconforta saber que fue mio y por ahora no es de nadie más.

Monday, July 12, 2010

La niña que no podía llorar.


  • Isabel nació callada, no grito ni pataleó como solemos hacer todos cuando nacemos. Tan pequeña y tan misteriosa, era una incógnita para todos aquellos que pasaban un tiempo con ella. Su madrina Sussy la llenaba de obsequios, muñecas hermosas casi de su altura, con bellos vestidos de todos los colores posibles adornados con los moños más grandes que se hayan visto. Las traía de Europa cada 2 meses, magníficas muñecas con rostro de porcelana que si no fuese por su textura suave y fría, uno pensaría que son de verdad. Pero en realidad Sussy tenía miedo de Isabel, era una niña pálida en todo momento, sin expresiones. Lo único que denotaba vitalidad era el rojo de sus labios. Jugaba en silencio con sus muñecas, Sussy la espiaba a veces para ver si Isabel hablaba con ellas y efectivamente lo hacía. Largas charlas mantenía con sus juguetes, los temas abarcaban todo tipo de discusiones filosóficas. Conversaciones acerca de la moral, la verdad, la vida y la muerte, le belleza y la fealdad. Un día en el patio salió con su tropel de muñecas a charlar como de costumbre y una de ellas cayó de su cochecito de plástico y se estrelló súbitamente contra la cerámica del suelo, la cabeza se partió en varios pedazos. La pobre muñeca quedó desfigurada ya sin arreglo porque no es posible pegar la porcelana sin que se noten las rajaduras. Sussy sabía que esa muñeca era la especial, tal vez por su extraño parecido con Isabel, ese detalle la convertía en la consentida entre la gran cantidad. Era la que más peinaba, las que dormía junto a ella acomodada sobre la almohada y la que acompañaba a la niña casi en todo momento, menos cuando Isabel se bañaba, tal vez por pudor a que la viera desnuda, pero si estaba Isabel en algún lugar la muñeca estaba allí, mientras merendaba, mientras escuchaba la radio. La acompañaba en las clases particulares, la muñeca oía con sus oídos falsos todo cuanto a la niña se le dijese.
    Al verla partida y deformada Isabel quedó inmóvil con la mirada fija en la muñeca amorfa. Sussy estaba preparada para ir a reconfortarla, sería aquella la primera vez que la vería llorar, Isabel no lloraba nunca. Ningún golpe o raspadura hizo que de sus ojos brotaran lágrimas, cuando un niño llora puede ser lo más insoportable de oír pero en el caso de Isabel todos querían oírla llorar, que demostrase dolor o felicidad. Sussy pensó que ese sería el momento propicio para que lo haga, después de todo pasaba más tiempo charlando con esa dichosa muñeca que con cualquier otra persona. Pero se llevó una gran sorpresa cuando Isabel pateó la muñeca hacia un costado entre unas macetas que adornaban el patio, se sentó y sacó un cepillo del bolsillo de su vestido, tomó otra muñeca (una rubia), comenzó a peinarla y continuó con su conversación “-Como decía, susurro la niña-, hoy en día es muy difícil saber cuando uno está realmente preparado, ¿nunca te pasó que…”?