Monday, January 31, 2011

La desordenada vida de Irene.


Irene.

9 años.

En el tren Constitución- La Plata pasó un vendedor de abanicos de madera con unos dibujos de gaviotas en toda su extensión. Irene y su hermana quedaron extasiadas al verlos. La mamá paró al vendedor al oír las interminables súplicas de las hermanas. “¿Cuánto cuestan?” “cinco pesos cada uno, señora” mientras entregaba un abanico a cada una de las nenas y uno a la madre. “Bueno chicas, elijan uno que el señor se tiene que ir.” La hermana de Irene, Marcela, eligió el de la gaviota azul apunto de volar, mientras que Irene no se decidía por ninguno. Quería agarrarlos a todos, pero principalmente al de la gaviota azul a punto de volar. Sabía que no podía tenerlo porque su hermana le diría “copiona” y la molestaría siempre. Es el precio que hay que pagar por ser la menor. Marcela siempre elegía las cosas más lindas, Irene siempre era la copiona y la de la ropa usada.
El vendedor empezó a impacientarse al ver que podía estar perdiendo otras ventas, hasta que la niña miró a la mamá que tenía esa mirada que le ponía siempre momentos antes de retarla y como estaba sentada junto a ella, agarró uno cualquiera. La madre le pagó dos abanicos al hombre y escondió el que tenía en su mano. El vendedor se fue hacia otro vagón e Irene se quedó mirando a la mamá que le hizo el gesto de shh con la mano.

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